No hay luz que ilumine una mirada, si los ojos no están abiertos. Ni viento que mueva las hojas de un árbol si éste tiene sus ramas desnudas.
Sé luz, sé viento:
Claridad, movimiento…
La tristeza lo absorberá todo, hasta que los trazos del pensamiento la dejen en los caminos que recorrimos. Y ahí quedará:
La tristeza desnuda y abandonada.
Los remos en el agua, las alas abiertas, dispuestas.
Los latidos de un corazón que seguirán resonando, mientras quede un sólo sueño, una sola esperanza a la que podamos aferrarnos.
La mirada viva:
Los ojos llenos de sueños.
Siempre abiertos, corriendo calle arriba sin parar…