12 meses. Octubre

LA MUÑECA RUSA

Pensé que los días de Octubre caerían como las hojas del Otoño y crujirían bajo mis pasos largos.
Pero los días no caen ni las hojas crujen:
Octubre es una muñeca rusa, unos días descubren a otros, exactamente iguales, pero más pequeños —como las horas que encierran minutos y segundos o los tonos dorados del Otoño que dentro guardan la nieve del Invierno—.
Octubre empezó pero no acabará nunca, como una matrioshka infinita, inventando días y más días que en realidad sólo son vacío.

12 meses. Septiembre

LA CANCIÓN QUE MIENTE

Suena una canción enredada en los días de Septiembre. Es una canción triste, bella y habla de cambiar los sonidos por un silencio perfecto. La melodía –derivas de sirenas o de cisnes– me lleva, me pierde, flota por el calendario y yo la sigo sin saber de dónde viene.

Los días pasaron, la canción terminó y el ruido del mundo ocupó su lugar; mintió mientras yo la seguía, ciego, creyendo su canto y su promesa.

Ahora soy yo el que flota a la deriva por los últimos días de Septiembre, cantando la canción y mintiendo como ella, prometiendo un silencio imposible para el ruido del mundo.

12 meses. Julio

EL CASTILLO DE NAIPES

Como las hojas del Otoño, los días de Julio van cayendo al azar. El viento caluroso juega con ellos –tal vez baila, tal vez marea– pero cuando llegue la calma después de la espiral, los días habrán formado un castillo de naipes por el que podré pasear y esconderme del mundo.
Un castillo tambaleante y al límite de su equilibrio, donde las palabras formarán figuras y el futuro los pisos que tendré que escalar –en el filo cortante de los naipes quedará mi sangre y en los vértices el tiempo detenido guardará los recuerdos como antiguas fotografías–.
Mi castillo de naipes, desafiante, tan frágil y tan bello, será mi refugio del mundo hecho con los días de Julio.

12 meses. Junio

LOS HALOS DE LAS LUCES

La claridad no es lo que evidencia las grietas, es la penumbra que vive en ellas lo que lo hace; la luz limpia seguirá su curso igual, pero siempre fuera.
Jamás repararéis en mi presencia –ni mi ausencia–, pues nunca abandono el interior de las grietas… Desde ahí burlo la luz para dibujar los halos y destellos que generalmente la acompañan. Mientras contemplas los paisajes coloridos de Junio, los reflejos son siempre míos y así los disperso para que tú los disfrutes.
No quieras sacarme de ahí, tengo que permanecer lejos de la luz –lejos de todo– trazando halos luminosos sólo para que alguien los admire.

12 meses. Mayo

LAS FLORES

Mayo comienza deshojando los días del calendario con la ilusión de un enamorado, pero al terminar sólo quedarán tallos rotos y pétalos salpicados de sangre.
Nunca sabremos si sus flores fueron una declaración de amor o de perdón, una bienvenida o una despedida.

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12 meses. Abril

LA CIUDAD CALLADA

Tras las ventanas, la vida callada sucede más lejos de lo que alcanza nuestra mirada. Oculta entre las 4 paredes, no suena, no luce, no deja evidencia.
Allí donde no hay ventanas, Abril florece sin nosotros. Desatado, gritará su libertad y todo aquello que estábamos matando tendrá su momento y su lugar, su respiro y su oportunidad.
Abril habla y nos hace callar a todos. Encerrados y en silencio, oigamos qué tiene que decirnos.

12 meses. Marzo

LA PRIMAVERA

Los hastíos del invierno vuelven como vidas pasadas, como insomnios de muñecos rotos.
El tic tac de mi cabeza sólo es hielo derretido, que gotea –que golpea–, del mismo modo que la consecuencia de Marzo, su última voz –otra vez–, es la primavera:
Ve corriendo a contar las flores.
Yo me quedo, contando las estrellas.

12 meses. Febrero

LA AUSENCIA

Esos días ausentes de Febrero son los ecos de Enero que alguien olvidará y al día siguiente echará de menos.
Sol de lluvia, frío de nieve, flor de niebla y de invierno terminarán, pero, como los buenos sueños, lo que viene después nunca es mejor.
Hay ausencias que no acaban, aunque tratemos de llenarlas con la primavera que vendrá.
Sueña si así lo deseas. Al despertar verás que lo que a Febrero le falta no puede cubrirse con nada.

12 meses. Enero

LA VERDAD

Aunque troceemos la realidad en pedacitos de 30 días para poder entenderla mejor, a Enero le basta sólo un intento y en su llegada nos hace un sitio a modo de última oportunidad.
Nuestra versión de la verdad, elegida o impostada, quedará cubierta por el frío de Enero. Y sólo entonces sabremos que nada ha cambiado, que la venda sobre nuestros ojos sólo será un poco de escarcha volada por el viento gélido de Enero.

12 meses. Diciembre

LA HUIDA

Esto no es “…y se marchó y a su barco le llamó libertad y en el cielo dibujó gaviotas…”
Cuando el valor se marcha, no queda ni siquiera el atrevimiento de poner nombres estúpidos a barcos que se adentran en el mar para no volver.
Los días contados de Diciembre huyen. Ya no importa el tiempo que llevamos sino el tiempo que queda para que todos los relojes se paren a la vez. Pero hasta que suceda, Diciembre huye sin mirar atrás… Mientras lo hace, yo me quedo con los puños levantados y cara de idiota. Vacío, engañado, no hay guerrero más vencido que aquel que no tiene adversario.

12 meses. Noviembre

EL FINAL

No todas las cosas empiezan en Enero ni terminan en Diciembre.
Noviembre llegó puntual pero lo hizo con los ojos en blanco… y no era un blanco de nieve.
No hablaré de las hojas del Otoño –que ya ni siquiera buscaré– tampoco del frío o de la lluvia; el final llegará como una amenaza a destiempo. Nadie lo creerá pero todos tendremos que asumir sus consecuencias porque no quedará otra opción.
En la nueva verdad, la genialidad reverenciará a la desolación y no tendrán tiempo de mirarse a los ojos –esos ojos en blanco que no eran de nieve–.
No llegaré. No llegaremos. Todo terminará en Noviembre, antes de que el frío regrese. Cuando no toca, cuando aún queda por caer, por sufrir, por morir.
No hace falta que lloréis, no nos dará tiempo. Yo no lo haré porque también soy nada. Ya, ahora. También. Además.
La tardía profecía del Otoño que nadie creyó. Por la que todo se arrastra, rodando hacia su fin, antes de que el Invierno llegue, con los ojos en blanco, esos ojos extraños que no eran de nieve.