EL CASTILLO DE NAIPES
Como las hojas del Otoño, los días de Julio van cayendo al azar. El viento caluroso juega con ellos –tal vez baila, tal vez marea– pero cuando llegue la calma después de la espiral, los días habrán formado un castillo de naipes por el que podré pasear y esconderme del mundo.
Un castillo tambaleante y al límite de su equilibrio, donde las palabras formarán figuras y el futuro los pisos que tendré que escalar –en el filo cortante de los naipes quedará mi sangre y en los vértices el tiempo detenido guardará los recuerdos como antiguas fotografías–.
Mi castillo de naipes, desafiante, tan frágil y tan bello, será mi refugio del mundo hecho con los días de Julio.