Como aquella película en blanco y negro en la que las nubes afiladas pasaban por delante de la luna y después una cuchilla rasgaba un ojo que miraba al infinito con absoluta indiferencia… el filo por el que yo paseaba me seccionó con total limpieza y precisión.
Ahora soy dos mitades unidas por no sé qué extraña magia que siguen paseando tambaleantes, por ese filo del que aún hoy, sigo enamorado.