Tú no tienes la culpa de verme caer. Pero me pregunto si es el resto quién se aleja, porque, a un palmo del suelo (y a medio de tus besos) todavía floto, mientras me quede paciencia que pueda alimentar con sangre.
Tú no tienes la culpa de verme caer. Pero me pregunto si es el resto quién se aleja, porque, a un palmo del suelo (y a medio de tus besos) todavía floto, mientras me quede paciencia que pueda alimentar con sangre.