Recojo los flecos enredados de mi día en una madeja brillante del color del vino y de la sangre, vertida como la tinta torpe hacia palabras y frases que me consumen a la vez que te emocionan, que te divierten… o que te consuelan.
Son éstas las que sin un significado claro serán oscuras para que se distingan de las sonrisas falsas y las envidias que tienen que venir.
Tras de mí, los cielos abiertos cerrarán sus puertas… y sólo podréis imaginar lo que queda más arriba, allá donde a veces me paseo para huir.
Desde allí se divisa y se divide el mundo en fragmentos que uniré como las frases, mientras tenga algo que callar para poder escribirlo.
Mientras, a salvo de vuestras miradas y mucho más allá de las puertas cerradas del cielo abierto que miráis absortos, trato de encajar las piezas del mundo y de mi vida, para que en algún sueño sin sentido de una noche de Otoño pueda reunirme con vosotros, pero solo hasta que los flecos enredados de otro día me reclamen, tan brillantes como siempre, para ser enmadejados.