
Mi espiral sigue curvándose hacia su centro, como el surco de un viejo vinilo. Me pregunto qué hay al final (un espejo, tal vez, un candado, no lo creo, un sonido dulce entre destellos rosados, ojalá).
Los ruidos del mundo quedaron atrás y también las miradas de la gente, incapaces de seguir los giros en los que un día me perdí.
Ya es tarde para arrepentirme y para que oigas alejarse mis pasos –que son como latidos–, todo lo que queda está delante, una vuelta tras otra y mi figura haciéndose cada vez más diminuta para seguir caminando por esta espiral inacabable.