En algún lugar existe y escapa. A veces me habla, otras se calla.
A menudo llueve sobre ella:
sangre con lluvia, trenzada.
La oigo hurgar en mis sueños todas las noches. Con ellos llena sus alas y espera que no sospeche que prepara su largo viaje. Son las últimas noches antes de que me haya dejado sin sueños que mostrar en la mirada y vuele hacia el sur, en busca de un alma pura de la que enamorarse de nuevo.
Orgullosa y altiva,
marchará sin despedirse.
Mi fantasía.
Mi fría fantasía,
antes de rendirse.
Cuando se marche me quedaré mirando al sur, de espaldas al mundo, por la ventana que cuidadosamente cerró.
Y contaré las lágrimas que dejó en mi almohada, igual que un soñador cuenta las estrellas o un mentiroso cuenta sus mentiras.
Le deseo buen viaje.
Que sus heridas negras se conviertan en cicatrices blancas.
Y encuentre pronto otro soñador al que entregarle mis sueños, aquellos que guardé durante años, para que el día en que ella decidiera marcharse no lo hiciera con las alas vacías.