Hace mucho tiempo comencé mi viaje…
Tomé de la mano a todos mis fantasmas.
Mis miedos.
Mis miserias.
Y también mis fantasías…
Me alejé del mundo buscando el sitio más frío y oscuro.
Mucho más al norte de todas las voces y más al sur de todas las miradas. Allí donde los caminos partieron, antes de hacerse angulosos.
Después de llegar a mi destino solté mi pesado equipaje y sentado en el suelo, observé el vacío y toda la lluvia que estaba por llegar.
Miré hacia adentro y hacia afuera.
Desde entonces, hasta cuando.
Mientras quede. Mientras duela.
Observé mis castillos de arena y de naipes.
Mis alas de cartón, mis sueños de cristal y la estela lánguida de mis propios pensamientos.
Acompañado únicamente por los latidos vivos de un corazón detenido…
Me puse de pie y cargué de nuevo mi pesado equipaje. Volví por donde había venido.
Mi corazón no quiso acompañarme y decidió quedarse allí.
Yo regresé a la realidad, donde tan torpemente me desenvuelvo.
A veces aún siento los latidos de aquel corazón, el que un día fuera mío, el que quedó en ese lugar.
Yo no regresaré.
El no volverá.
Pero la distancia que nos une es la que nos separa, y en el tiempo que nos queda ambos sabremos que no tuvimos otra opción:
Hasta que yo dejé de latir.
Hasta que él dejé de soñar.