Miro por el hueco imaginario que dejan las sombras al marcharse, buscando aquello que un día fui, que un día tuve.
Aquello que un día quise.
Mis ojos pasean lentos por las aceras, por las paredes, por ese halo oscuro que rodea la melancolía mientras sus labios entreabiertos piden silencio y miran el vacío que ronda en círculos cada vez más amplios.
Mis sueños vestidos de negro yacen desgranados en fragmentos puntiagudos, olvidados en alguna parte.
Me esperan moribundos.
Camino hacia ellos despacio, con pasos y voces silenciados. Guiándome sólo por los recuerdos grises que de vez en cuando afloran, sólo espero encontrarlos de nuevo y desgranarme como ellos.
Porque sé que la noche nunca acabará, que guarda también para mi un vestido negro con el que podré unirme a los fragmentos de mis sueños.
Si es que algún día vuelvo a encontrarlos.