Movida por el viento pasea oscura, flotando, buscando un rostro que cubrir. Cuando la nube desata su tormenta, llueve en tu mirada y también en la mía.
Pero quiero pensar que la nube negra no forma parte de nosotros.
Solamente viene.
Simplemente va.
Ajena a sus miradas enturbiadas. Adónde la mueva el viento caprichoso, ese que aún hoy sigue abofeteando nuestro rostro.
Pero cuando la nube se vaya a otro lugar para llover en una nueva mirada, las huellas que haya dejado en nosotros serán nuestras y sólo nuestras.
Y esas al menos, a pesar de quedar marcadas para siempre, ya no volverán a hacernos daño. Nunca más.