Miénteme cuando me hables y mírame cuando me olvides; si entre la multitud me siento solo y al mejor postor, tendré que decidir cuando la moneda todavía da vueltas en el aire.
Sólo hay que mirar al suelo y agachar la cabeza mientras cae la tormenta.
Todo lo que venga después lo podrás recordar u olvidar… aunque alguien nos mienta.