No es que la luna mengüe para hacer una cuna. Es que cada noche sale a bailar y en su danza, su falda se eleva o reposa.
Curiosa, observa paciente y luego, enfadada nos vuelve la cara.
Y se ríe, plateada, luminosa.
Y llora, derrotada, sobre las mareas.
Aburrida de mirarnos y cansada de llorar, un día se marchó. Buscó otro planeta, otra estrella con la que seguir bailando, girando, riendo, gritando, llorando…
Los más viejos todavía recuerdan el grácil vuelo de su falda, elevándose o reposando, que marcaba el inicio y el final de todas las noches.