Dijo que era mi ángel de la guarda
pero tenía garras, colmillos
y mirada de loco.
Por las noches afila sus uñas,
por el día me dice al oído
“vente conmigo bonito”.
Yo trato de vencerle
con una guitarra vieja,
con mis piezas de ajedrez
y mi bote de Prozac,
pero sabe arañar y morder
siempre donde más duele.
Justo antes de dormir me sienta en su regazo, me desea tristes pesadillas y entona una nana siniestra. Acompaño su canción con mi guitarra de cuerdas oxidadas y lo miro de reojo… no sé si le tengo miedo o si le odio, pero mientras él me cante cada noche yo seguiré tocando y sentiré sus colmillos alimentarse de mi carne.
Sólo cuando ya no tenga nada que quitarme, me arrepentiré de no haberle estampado la guitarra en la cabeza, al hijo de puta.